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Ana Etchenique Calvo

Nací en Bolivia, pero hice el bachillerato en España (“Uno es de donde hace el bachillerato” Borges). Estudié Ciencias Políticas y trabajé muchos años con niños, hasta que aterricé en 2000 en CECU. Una organización de consumidores es la atalaya desde la que puedes ver casi todo: en 1962, Kennedy dijo: “Un enorme porcentaje de la actividad que se realiza en el mundo es para producir bienes y servicios para que alguien los consuma o los use en cualquier lugar de nuestro planeta. El resto de la actividad humana es comprar esos bienes y servicios”. Ahí estamos, a ver si se respetan nuestros derechos como consumidores sin dañar la Tierra.

 

Preguntas y respuestas

Desde que se puso en marcha la Confederación de Consumidores y Usuarios -CECU- en 1983, ¿Cómo valoras la evolución del ciudadano en cuanto al conocimiento de sus derechos?

Como coincide en el tiempo con la llegada a la democracia, hubo un movimiento ciudadano notable, progresista, cansado de la dictadura… pero con la entrada en Europa nos volvimos una sociedad de nuevos ricos y nos deslumbramos con un consumo desatado que los padres y abuelos observaban escandalizados.

La CECU empezó enfocándose en la Responsabilidad Social Corporativa (RSC); sin embargo, se fue alejando de este ámbito empresarial. ¿Cuáles fueron las principales razones de este cambio de rumbo?

NO, eso fue ya en 2004, nacimos en 1983 y fuimos la primera confederación de ámbito estatal. Veníamos de trabajar con Plataforma Rural, colaborar y crear también lo que ahora es Fairtrade – sello de Comercio Justo. El Comercio Justo fue una experiencia apasionante en que se demostró que era posible controlar todo el proceso producción – consumo sin abusos. Por eso aceptamos la invitación de Kofi Annan a participar en el Pacto mundial creando con otras organizaciones el Observatorio de la Responsabilidad Social Corporativa. También formamos parte de la Coalición Pro Acceso por la transparencia, el OCTA (pantallas y menores), Plataforma Libertades Informáticas, Salud por Derecho, etc… la cultura de CECU se basa en gran parte en trabajar en red con otros colectivos.

NO nos alejamos de la RSC, seguimos de cerca el trabajo del Observatorio, pero hay que tener en cuenta que – como cito a Kennedy al principio – consumo es todo y en poco tiempo las empresas se replegaron y más que escucharnos y trabajar juntos, tomaron otros derroteros. ¡No todas! Algunas entendieron que estamos todos en el mismo planeta con un futuro común y más valía anticiparse al colapso en el que ya estamos. Era duro ver a los responsables de RSC de las empresas convencidos de la necesidad de actuar ignorados por el Consejo de Administración. ¡Si los jefes no se lo creen…!

La maquinaria del marketing se ha puesto a trabajar a toda máquina, sobre todo, tras el acercamiento de la sociedad a la ecología y sostenibilidad tras la pandemia. ¿Cómo se puede limitar la invasión del greenwashing?

Legislando, denunciando, desenmascarando… pero, ¿Cómo? ¿Cómo llegamos a la gente con la misma fuerza y medios que las grandes corporaciones y marcas? ¿Cómo competimos con los lobbies que cuentan con billones de euros para maquillarse de verde? ¿Cómo desmontamos el impacto de la publicidad – brazo armado del capitalismo – que usa la psicología, la antropología, la simbología, la música, la sociología para proponer, no solo un producto, sino un estilo de vida ideal y asequible de una forma subliminal?

Los consumidores jóvenes, mayores, con problemas laborales, sociales, de salud no quieren ni pueden con más miedos o amenazas. Para llegar a ellos necesitamos espacios de comunicación que no tenemos.

No olvidemos, además que vivimos en el mundo de la mentira y lo falso (usamos la palabra fake para suavizarlo un poco).

Desde que se habló de la RSC hasta ahora han pasado MUCHAS cosas; entre otras la crisis financiera en 2008 donde comienza un empobrecimiento generalizado en las clases medias del mundo entero. Al mismo tiempo empiezan las alertas ante el Cambio Climático y es cruel decirles a los consumidores que consuman productos que son más caros. Al mismo tiempo se abarata cada vez más la comida basura.

En este sentido, has puesto especial hincapié en la cercanía de los lobbies a las Instituciones europeas. ¿Cómo se podría lograr una mayor libertad e independencia de las instituciones europeas?

En primer lugar conociendo la realidad. En el bachillerato habría que estudiar cómo nace Europa (un mercado común) y no acabamos de virar hacia una Europa de los ciudadanos, con una visión común de la justicia, la sanidad, la educación, la política exterior. Ya ha ganado algo de espacio el Parlamento y es por ahí donde tenemos que trabajar. En asuntos como la agricultura (la PAC) vemos lo difícil que es conversar entre gobiernos, campesinos, agricultores y los que comemos lo que se produce, los consumidores. El papel de los lobbies es la madre del cordero; mientras estén instalados en Bruselas y sin regular su rol, esto no va a cambiar.

¿Crees que las empresas creen realmente en los ODS o priorizan los intereses económicos a corto plazo? ¿Cómo se puede incentivar desde otros ámbitos que se produzca esa ansiada transición hacia la sostenibilidad en las empresas?

Algunas sí, pero las menos (me refiero a realmente). La cultura empresarial está basada en el corto plazo, en el concepto del crecimiento y ya no tenemos tiempo ni podemos crecer más. Lo bueno es que los ODS quedan bien, no pueden decir que no y, bueno, es una forma de empezar…

El reto de los ODS es llegar a todo el mundo, a todos los que alguna vez compramos algo. Comprar es hacerte cómplice de todo un proceso de producción, de transporte, diseño, comercio, residuo… ¿Cómo será cuando todos – o muchísimos – estemos enterados de cómo funciona nuestro proveedor?

Creo que vivir en una democracia es una ventaja, pero no la usamos bien: el 2% de españoles que son millonarios (informe de Credit Suisse) son mucho más inteligentes en la defensa de sus intereses que nosotros, el 98%. Algo no funciona.

Respecto a la ciudadanía, según una encuesta realizada por Clickoala un 57% de los españoles quieren saber si un producto respeta el medioambiente y un 54% también quieren saber si un producto se ha elaborado sin explotación infantil. ¿Cuál crees que es la mejor manera de ayudar a todas estas personas a consumir como ya piensan: de forma consciente y sostenible?

¿Qué valoramos en el momento de comprar? Si hacemos una reflexión honesta pasaríamos un mal rato. ¿Somos coherentes? ¡Tenemos toda la información a nuestra disposición! ¿De quién nos fiamos? ¿Investigamos si hay intereses detrás de quién nos cuenta algo?

Cuento muchas veces esto: “Si quieres ser un buen ecologista tienes que tener entre 5 y 7 contradicciones. Si tienes menos de 5, eres un fundamentalista y, además, es imposible; si tienes más de 7, ¡¡¡eres un jeta!!!”

A estas personas que quieren saber qué hay detrás de un producto tienen que toparse con un Clickoala, escuchar a alguien ecologista, asociarse a una organización de consumidores que busque y ofrezca esta información, usar internet y, sobre todo, aprender a investigar qué y quién hay detrás de los productos. Detrás de quién investiga, certifica, garantiza… SIEMPRE tiene que haber financiación pública, sin posibles conflictos de intereses económicos.

Hemos realizado con 11 organizaciones amigas el Manual de Supervivencia – Consumo ConCiencia  que analiza los problemas que provoca nuestra forma de consumo y propone un consumo conCiencia: reflexión y evidencia científica. Lo mejor del Manual es la sencillez que lo hace asequible a cualquiera y hay pautas muy interesantes para la reflexión.

Otro tema del que has hablado en algún momento es del concepto de Soberanía Alimentaria. ¿Cuáles crees que pueden ser los principales impedimentos para que se coma lo que la tierra ofrezca y no tengamos que importar tantos alimentos? ¿Hasta qué punto crees que es el ciudadano el que decide lo que consume y hasta qué punto es una imposición de la industria alimentaria?

Me emocioné cuando me encontré con la Declaración de Nyeleni , que recomiendo a todo el mundo. Es un ejercicio de introspección como persona/comunidad que vive y pertenece a un entorno, a una cultura, a unos saberes ligados a la tierra y a la salud del cuerpo y de la mente (¡la mente se enferma cuando nos alejamos demasiado de la naturaleza!).

La Soberanía Alimentaria es la inteligencia colectiva llevada a la práctica. Es la conexión entre las personas y su entorno de forma saludable. Es recoger la sabiduría de generaciones que a lo largo del tiempo han adaptado y se han adaptado a cultivos coherentes con su climatología y su salud..

Como la alimentación es la primera necesidad diaria del ser humano, lo imprescindible, si nos lo facilitan, si se convierte la compra en algo cómodo, se acaba creando una dependencia de quien nos informa. Las marcas, aparte de abastecernos, nos recomiendan qué comer, nos crean necesidades, y así caemos en hábitos alimentarios que pueden enfermarnos.

No podríamos olvidarnos de un problema local. El continuado aumento del coste de la electricidad. ¿Puedes explicarnos el por qué sucede esto y por qué se permite por parte de los responsables gubernamentales?

Parece que ya es un problema mundial y deberemos estar atentos a ver cómo evoluciona esto.

En España, venimos de una cultura energética que arrancó con niveles de consumo muy pequeños y usos muy básicos. En 150 años la electricidad llega a miles de millones de personas que consumen todo tipo de productos que han precisado cantidades ingentes de energía para su fabricación y transporte. Además está la conexión directa a la red de aparatos eléctricos y electrónicos.

Hay varias causas para el caos al que hemos llegado; entre otras, la forma de producir la electricidad (hidráulica, combustión de carbón, gas, petróleo, energía nuclear, a partir del sol, del viento…). La importación de estos combustibles nos ha hecho dependientes de los precios marcado por nuestros proveedores, así como las oscilaciones de los mercados financieros.

Lo que sucede ahora es que a lo largo de estos 150 años, ciertas familias, ciertas empresas y ciertos grupos de presión han aumentado su poder y han ido manipulando las políticas de este sector. Han usado su enorme poder para frenar la producción a partir de energías renovables.

Lo que ocurre ahora es el resultado de todo esto. Hay que hacerse muchas preguntas: ¿Es la electricidad un bien de primera necesidad? ¿Conoces alguna situación de pobreza energética? ¿Es un derecho? ¿Qué porcentaje del presupuesto de una familia debe dedicarse a la energía? ¿Entiendes la factura de la electricidad? ¿Sabes por qué elegiste el tipo de contrato que tienes? ¿Conoces la posibilidad de autoconsumo neto con una instalación fotovoltáica? ¿Sabes lo que es la geotermia? ¿Sabes la parte negativa de las fuentes renovables?

¿Cuánto vale y cuánto cuesta? No está tan claro. Sobre todo, hay que cambiar de modelo, hay que pensar en las Generaciones Futuras, ¿Las energías renovables tienen impactos medioambientales? ¿Producen residuos? Tenemos que anticiparnos a sus efectos. NO ES FÁCIL

Clickoala entre otros servicios, es un buscador de productos y servicios sostenibles en el que únicamente aparecen aquellos que cuentan con certificados eco sociales recomendados por expertos sobre sostenibilidad de 42 universidades. ¿Qué papel crees que deberían tener los expertos en sostenibilidad en las decisiones políticas relacionadas con el consumo

No solo en lo relacionado directamente con el consumo – que el ministerio actual parece que escucha más – la sostenibilidad debería ser la condición sine qua non a la fase de proyecto de cualquier producto que vaya a lanzarse al mercado. Tenemos que apelar al principio de precaución*.

Debemos asegurarnos que no hay ningún tipo de conflicto de intereses de los os expertos para que la transparencia, la confianza y la garantía sean reales.

* El principio de precaución respalda la adopción de medidas protectoras ante las sospechas fundadas de que ciertos productos o tecnologías crean un riesgo grave para la salud pública o el medio ambiente, pero sin que se cuente todavía con una prueba científica definitiva

Y hablando de certificados eco sociales, ¿nos podrías recomendar alguno que consideres que es confiable? Y, por el contrario, ¿alguno del que desconfíes?

Siempre que haya una transparencia absoluta de la entidad que lo respalda. Los certificados surgieron ante engaños y malas prácticas en la oferta, pero la cantidad de sellos, certificaciones, logos, etc… ha llegado a confundir a la gente. Hay dos tipos de consumidores: los que se creen la las bondades de lo que se vende, los que desconfían de todo, incluso los que se hace bien, y los que se informan

¡Informarse es agotador! Pero no hay que rendirse

Nos gustaría que nos recomendases a alguien que consideres que pueda ser un buen entrevistado relacionado con la sostenibilidad y el consumo consciente. ¿Qué te gustaría preguntarle?

Yo entrevistaría a Mario Sánchez Herrero de Ecooo ( mshc@ecooo.es ) Llevan años investigando y experimentando en otra forma de empresa, otro tipo de relación con los clientes, otra manera de pensar en la sociedad del futuro. Empezaron como empresa de fotovoltáica y ahora son una cooperativa referente de la economía social.

Le preguntaría qué factores, situaciones, circunstancias, tipo de personas, casualidades… han hecho posible el interesantísimo recorrido de Ecooo.

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