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Usar y tirar ha sido durante décadas una costumbre que reflejó una forma de entender la vida. Es un ejemplo del cuanto más, mejor de la mentalidad consumista, que parece que no tenía tiempo ni ganas de pensar en las consecuencias medioambientales. Por supuesto que si miramos esto con cierta perspectiva, podemos concluir que esta cultura del usar y tirar es una de las causantes de algunos de los problemas más graves que padece el planeta en la actualidad. 

Pero este artículo no pretende culpabilizar a nadie. Como ciudadanos somos el resultado de una sociedad y, aunque haya excepciones, lo más probable es que todos nos guiemos por unas líneas de comportamiento y pensamiento que nos marca el contexto en el que vivimos. 

Además, y sin que sirva de excusa, la falta de información fidedigna no nos permitía asumir un consumo consciente. Ha sido en los últimos años en los que el discurso ecologista y de sostenibilidad ha llegado a la mayoría de la sociedad.

A pesar de todo ello, lo que no podemos obviar es que hoy estamos inmersos en un reto mayúsculo. Y tenemos que, entre todos, realizar una erradicación definitiva de esta mentalidad del usar y tirar. Ahora mismo y para siempre. 

Usar y tirar: comodidad a cambio del planeta

Todos sabemos qué son los productos de usar y tirar pero no está de más recordarlo. Estos productos también se conocen como desechables y su principal característica es que están fabricados para ser usado por un tiempo muy limitado. No están hechos para durar. 

Su uso masivo se fundamentó en la comodidad y en que eran más económicos. Una vez usado se lanzaban a la basura. Así de simple. A pesar de que se sabía que eran de una calidad inferior, se valoraba más que no se tenía que cuidar, ni limpiar, ni reparar.

Hablamos de muchos tipos de productos. Los productos más fáciles de identificar son aquellos relacionados con utensilios para comer y beber: vasos, platos y cubiertos de plástico y servilletas de papel. Pero también lo son botellas de plástico, guantes de plástico, pañales y condones, jeringas y agujas hipodérmicas, cuchillas de afeitar, pilas, mascarillas, cámaras de un solo uso, etc.

Cuando analizamos qué perjuicios tienen este tipo de productos tenemos que ir más allá de lo obvio: los residuos. Obviamente, estos residuos son un ejército de basura que tarda mucho en descomponerse y que se va acumulando día tras día. Y los efectos no solo se ven en los vertederos, también se ven los océanos. Su máxima expresión está en las islas de plástico que no hacen más que aumentar de tamaño. 

Fabricar estos productos de usar y tirar implica un triple gasto: energético, de materias primas y humano. En otra palabras, para tener un artículo cuya vida útil es mínima, hay que usar principalmente fuentes de energía como el petróleo o el gas natural que emiten gases de efecto invernadero (GEI) que inciden y agravan el cambio climático. 

Este uso de productos desechables no hizo más que acentuarse con la pandemia del covid19. El aumento del uso de plásticos de usar y tirar ha hecho más que evidente la necesidad de una regulación que dijera basta. En este sentido, cobraron todavía más importancia los envases ecológicos que podían atenuar el impacto medioambiental de este incremento de envases cuya degradación es tan costosa y tardía. 

Regulaciones contra este problemática

En el concepto de usar y tirar, como hemos indicado anteriormente, los principales protagonistas son los plásticos de un solo uso. Y este fue el objeto de una directiva europea en el que se prohíbe la venta de de pajitas, cubiertos de plástico y otros objetos de usar y tirar.

Esta nueva regulación es el resultado de la aprobación en 2019 por parte de la Comisión Europea de una directiva para la retirada del mercado de productos de plásticos de usar y tirar, dándoles a los países miembros un plazo de dos años para la transposición al ordenamiento jurídico nacional. 

De esta forma, Europa da un paso importante para evitar este tipo de productos de una vida útil insignificante respecto al tiempo (décadas e incluso siglos) que se tarda en degradarse. En realidad, toda Europa no… la medida no entrará en vigor en España hasta el 1 de enero de 2023, como parte de la Ley de residuos y suelos contaminados, que se encuentra pendiente de tramitación.

¿Cómo era antes?

Puede parecer que hace siglos que esta situación ha sido así. Pero no hace tanto, ni mucho menos. Fue a partir de los años 60 que se empezó a utilizar el plástico de forma masiva para los productos de usar y tirar.

La generación de nuestros abuelos tenían unos valores muy diferentes de los actuales. Y entre estos valores está el que se le daba a los objetos y productos, que cuidaban y valoraban mucho más que en la actualidad. Es lógico que muchos puedan pensar que era debido a la necesidad. Y puede que tengan razón. Pero eso no implica que se traten de valores negativos u obsoletos. Todo lo contrario. 

A cada objeto se le daba un valor mucho mayor. Se reparaba e incluso se guardaba por si en otro momento posterior se iba a necesitar. Era una visión del mundo en el que no sobraba nada. Era una primigenia economía circular en el que casi todo se aprovechaba. Una vida más sencilla, pero no más infeliz. Una forma de entender y comprender que formamos parte de un mismo planeta. 

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