Ritmo frenético. Crecimiento sin techo. Cuanto más mejor. Estos son tres de los pilares por los que la sociedad entró en una dinámica difícilmente soportable en el tiempo y por el planeta. ¿La respuesta? El movimiento slow. Una forma más sostenible de vivir. Y en una de estas actividades dónde se ha consolidado es en los viajes. Estamos hablando del slow travel.
Como decíamos el movimiento slow está ganado cada vez más adeptos entre aquellas personas que son conscientes que el ritmo de vida actual no permite mantener un equilibrio sano para vivir. Prisas, exceso de tecnología, estrés… Es una mirada a cómo se vivía hace unas décadas en las que la vida parecía pasar más lenta. Más lenta y más tranquila.
Dentro del movimiento slow, hace un tiempo os explicamos en qué consistía la slow fashion como un movimiento que se oponía a la fast fashion. Una forma de entender la moda más respetuosa con el medio ambiente y en el que se opta la calidad frente a la cantidad. Os recomendamos la lectura del artículo si queréis saber más de la slow fashion.
Pero, ¿y en nuestra forma de viajar? Veamos… slow travel, traducido es viajar lento, ¿no? ¿Es esto lo que significa? Así que siempre que viajemos con el medio de transporte más lento o caminando estamos haciendo slow travel. Pero no, no es eso precisamente. Mejor te lo explicamos.
¿Qué es el slow travel? ¿Qué significa?
La mejor manera de explicar qué es el slow travel es entenderlo como una actitud y una forma de entender el viaje. Una buena forma de comprender qué significa es señalando justo lo qué no es.
- El viajero se aleja de los listados inacabables de lugares que se debería visitar.
- Olvida las prisas para ver en el menor tiempo posible el lugar de destino.
- No se siente obligado de pasear por los lugares comunes del turismo de masa.
- No acabará cansado de las vacaciones, ya que precisamente este periodo vacacional está para descansar y relajarse.
¿Y qué características tiene el slow travel? Haremos el mismo ejercicio y señalaremos algunos rasgos que le dan identidad a esta forma de entender los viajes.
- El viajero vive la experiencia del lugar. Intenta introducirse en la vida cotidiana de los lugareños.
- Disfruta de la gastronomía del lugar. Se deja aconsejar. No va con ideas preconcebidas sobre lo que va a comer. Abre su paladar a nuevas formas de cocinar y a nuevos sabores. Puede que así regrese con un nuevo plato favorito a casa.
- Camina o pasea en bicicleta. Es la vía más sencilla de conectar con los vecinos. Ellos se convertirán en los mejores guías turísticos.
- Sé uno más. Puede parecer difícil participar en algunas de las actividades locales, pero depende mucho de la actitud que se tome. Normalmente los lugareños se sienten orgullosos de sus costumbres y tradiciones, y les encanta que se interesen realmente por conocerlas.
- No programes en exceso. Estás para disfrutar de tus vacaciones, no para sentirte atado a una programación previa.
- Mira y vívelo desde tus propios ojos, no desde una cámara o tu móvil. Es bueno tener recuerdos, pero lo mejor es vivirlo sin condicionamiento tecnológico.
En definitiva, con la elección del Slow Travel estás optando por vivencias de calidad y la posibilidad de que esos viajes se mantengan en el recuerdo, no solo en un álbum de fotos y/o vídeos de monumentos. Eliges formar parte de ese lugar, aunque sea por unos días.
El concepto de slow travel no es lo mismo que turismo sostenible, aunque sí comparten algunos aspectos como es el respeto por el medioambiente y las costumbres locales. Sin embargo, como explicamos en el anterior artículo en el que explicamos el turismo sostenible, para tener la seguridad de poder contar con un alojamiento sostenible hay un sello que garantiza su sostenibilidad. Se trata del sello de la Unión Europea Ecolabel y garantiza los siguientes aspectos:
- Limitan el consumo de energía.
- Limitan el consumo de agua.
- Reducción de la producción de residuos.
- Favorecen el uso de fuentes de energía renovable.
- Promueve la comunicación y la educación medioambiental.
Ejemplo de slow travel
Quién escribe ha vivido recientemente una experiencia de slow travel. La elección fue una granja de animales en un pequeño pueblo (de apenas una decena de vecinos). El entorno natural era espectacular y destacaba especialmente un área en el que un grupo de una decena buitres volaban cada mañana. Según nos explicaron los dueños de la granja se trataba de buitres que emigran cada verano desde el norte de África.
Para llegar tuvimos que transitar por una carretera rodeada de lado a lado por montañas escarpadas. Se parecían un poco a las montañas verticales y rocosas del gran cañón del Colorado. Salvando las distancias, claro.
Fueron seis días de un ritmo lento, pero no aburrido. Paseos por la zona, contacto con los animales, comidas con los propietarios de la granja, visitas a zonas cercanas, etc… Realizamos actividades que hacían a diario en la granja: paseo con las cabras, ordeñarlas, darles de comer a los caballos, recoger los huevos de las gallinas. Nos sentimos parte del lugar y regresamos a casa con la sensación de haber descansado y vivido unas experiencias que recordaremos durante mucho tiempo.