Permitidme que utilice este recurso culinario de ese genio de la cocina que es Ferran Adrià, para hacer una reflexión sobre un proceso que estamos viviendo en la actualidad: estamos en una fase de deconstrucción de nuestra realidad. Venimos de décadas en las que imperaba el cuanto más mejor y el por qué tener solo uno si se pueden tener dos, o tres. Ya sea un coche, una casa, un móvil o unas zapatillas. Todo era susceptible de ser comprado más allá de nuestras necesidades reales.
Sin embargo, frente a esta realidad consolidada por décadas de consumismo excesivo, empezaron a llegar desde hace poco mensajes apocalípticos de que el planeta se va a destruir y de que nuestra forma de vida se va acabar a menos que cambiemos muchas cosas: que dejemos de comprar, que no consumamos, que reciclemos, que ahorremos el uso de energía, etc…
Esta situación ha llevado a muchas personas a sentirse no involucradas en este proceso de adaptación a una nueva forma de vivir más sostenible. Por mucho que nos guste pensar que no es así, cada uno de nosotros, empezando por el que escribe y por vosotros que estáis leyendo, conocemos un porcentaje muy elevado de personas de su entorno inmediato que sienten como ajeno el discurso y las políticas encaminadas a mitigar el cambio climático.
Un salto al vacío con paracaídas científico
Esta circunstancia lleva a muchas personas a acercarse al precipicio de saber qué hacer pero sin llegar a actuar. En otras palabras, de creer a medias. De escuchar y leer los necesarios cambios que se deben emprender cuanto antes mejor, pero esperar a que empiece el vecino y no ellos mismos.
Tal y como hemos indicado anteriormente, el consumo es un aspecto clave en esta transición hacia una forma de vida sostenible y respetuosa con el planeta.
En este aspecto, se nos pide que debemos cambiar nuestro paradigma de consumo, pero al mismo tiempo nos invaden con cantos de sirena, con cuentos de palabras seductoras pero de contenido vacío. Efectivamente, a la necesidad de salir de la zona de confort del consumismo impulsivo se le añade el Greenwashing, cuyo objetivo es que todo siga igual pero ahora con una capa de pintura de verde.
¿Y cómo se puede combatir el poderoso altavoz del Greenwashing que llega desde todos los canales de comunicación? Como siempre decimos: con el conocimiento. Concretamente, el conocimiento de expertos en sostenibilidad que debe actuar como el faro en una noche cerrada. Nos guía y nos ayuda a distinguir lo real de lo que únicamente lo parece.
¿Y si supiéramos qué comprar de forma sostenible?
En este tira y afloja entre la intención de consumo sostenible y la acción, se debe facilitar herramientas a aquellas personas que sí están interesadas en optar por productos sostenibles.
Y en este aspecto, en los dos últimos años se han multiplicado los productos y marcas que afirman ser sostenibles basándose en etiquetas, sellos o logotipos que están en los envases.
Este aumento, sin embargo, tiene un doble efecto que merece la pena analizar:
- La buena noticia es que cada vez son más las personas que optan por este tipo de consumo consciente.
- La mala, es que muchos de estos sellos no cuentan con las garantías necesarias para considerarse confiables.
Esta situación lleva a la sociedad a un escenario en el que hay un exceso de certificaciones, de las que resulta difícil identificar qué sellos ecosociales tienen un valor real de las que no. ¿Qué consecuencias tiene esta situación? Pues una pérdida de confianza en los sellos.
Concretamente, tal y como indicamos en nuestro estudio, menos de la mitad de los españoles encuestados (un 49%) confían en los sellos ecosociales que certifican que un producto o servicio respete al medioambiente o a los trabajadores.
Este dato, el 49%, significa un descenso en la confianza. Concretamente, en dos años la confianza en este tipo de certificados se ha reducido 6 puntos. La desconfianza se ha triplicado, pasando del 3% al 10%.
En definitiva, las herramientas están (los sellos ecosociales), pero se hace necesario una mayor pedagogía. Y ese es el gran reto que tenemos: recuperar la confianza de la ciudadanía gracias a un sistema que facilite la comprensión del valor real que tienen los sellos. Con ellos, todas las personas que quieren consumir productos y servicios ecosociales tienen una guía que permita consumir como se piensa.