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José Luis Lopez de ACA José Luis López es Licenciado en Ciencias Ambientales y durante su experiencia profesional ha trabajado principalmente en organizaciones del tercer sector, coordinando proyectos y equipos de trabajo en áreas de vivienda, eficiencia energética y medio ambiente. Actualmente continúa realizando labores de investigación, análisis, comunicación y formación como profesional independiente en el ámbito de la energía, el cambio climático y la pobreza energética, siendo esta una problemática que estudia desde hace más de 10 años. A lo largo de estos años también ha liderado proyectos en el ámbito de la movilidad sostenible, como el proyecto DesAUTOxícate, ganador de 4 premios y es coautor de diferentes publicaciones, entre otros, cuatro estudios sobre la Pobreza Energética en España.

 

Reflexiones sobre la energía y la sostenibilidad del modelo

Desde que me propusieron escribir en ClicKoala comencé a pensar cómo enfocar un texto que sirviera al menos para reflexionar. Como ocurre siempre, las noticias avanzan más rápido que uno mismo y durante la elaboración de este texto han sucedido hechos relevantes. Hablar de sostenibilidad y energía no puede obviar la noticia del cierre definitivo de 7 de las 15 centrales térmicas de carbón que aún quedan en España. Se trata, sin duda, de una buena noticia, sobre todo si nos centramos en el impacto que este tipo de generación tiene en términos de gases de efecto invernadero. Quizás, si pensamos en términos de impacto social o de empleo, la noticia, especialmente en las regiones afectadas por la pérdida de empleo, no sea tan buena. Y si finalmente analizamos algunas de las causas que están detrás de esta decisión, como es el hecho de que a las empresas gestoras no les salen las cuentas si, entre otras cosas, tienen que acometer las medidas de mejora exigidas por Europa, quizás se nos reduzca un poco más la sensación de buena noticia.

En cualquier caso, esta noticia me sirve de punto de partida para retomar la reflexión y el artículo. Las decisiones que se toman en el ámbito energético normalmente no tienen un único impacto ni una única componente que valorar, por lo que hacer análisis parciales, que no tengan en cuenta la palabra sostenibilidad (económica, social y ambiental) en su conjunto, no será un análisis completo. Y digo todo esto desde el convencimiento de que la alternativa tiene que ser un modelo de generación de energía basado en la descarbonización del sistema, que garantice la asequibilidad de un recurso básico (y de un derecho, como es la energía) y que tenga en cuenta la componente social en todas sus vertientes.

grafico sobre origen energia
Fuente: IEA (Agencia Internacional de la Energía)

 

Lo que no genera duda es que la emergencia climática obliga a centrar los esfuerzos en la descarbonización del modelo y en el freno al impacto del cambio climático. Pero no por ello podemos olvidar que hay que tener en cuenta otros impactos, algunos de ellos también ambientales. Por ejemplo, el cambio de modelo también deberá tener en cuenta aspectos como el uso del suelo (W/m2). Las diferencias son notables entre unas alternativas y otras y es un impacto que condiciona la diversidad de especies, el uso de recursos como el agua o la fragmentación del territorio. Impactos como este, además, no son sencillos de analizar o medir puesto que dependen de la escala temporal considerada, de la mayor concentración o dispersión en la ocupación del territorio que realiza cada fuente de energía o de las decisiones tomadas a la hora de medir (por ejemplo, esta discrepancia de criterios puede situar a la energía eólica en una buena o mala posición en función de la superficie considerada como “ocupada” por un parque eólico). El uso de la tierra es un factor considerablemente importante, pero que generalmente es ignorado en análisis parciales.

Tampoco podemos obviar cuestiones como la generación de residuos y las necesidades de tratamiento que estos requieren. Este factor, por ejemplo, determina mucho la posición de la energía nuclear que, sin embargo, en términos de emisiones de gases de efecto invernadero y de superficie ocupada por unidad de energía primaria generada, saldría mejor posicionada que otras alternativas. Los residuos radiactivos ponen de manifiesto como la consideración de la escala temporal es clave. Son una herencia que dejamos a las generaciones futuras, como ocurre con el CO2 emitido por fuentes antropogénicas.

Podríamos incorporar a este análisis otros factores como son la incertidumbre respecto a las relaciones entre países, las importaciones de energía o la posibilidad de conflictos (bélicos o no) que alcanzaran un escenario de preocupación a nivel mundial. La dependencia energética del exterior o la apuesta por alternativas como la energía nuclear nos posiciona como un país y un modelo vulnerables ante un escenario que bloqueara o dificultara las importaciones de energía o que convirtiera a la energía en una “objetivo clave” durante el conflicto. Si algo nos ha demostrado la pandemia de la Covid-19 es que, en situaciones de emergencia, aunque afloran las muestras de solidaridad y apoyo, desgraciadamente, también se han dejado ver actitudes de “sálvese quien pueda” cuando los países cerraron sus fronteras o entraron en guerras comerciales para adquirir materiales y medicamentos para hacer frente a la emergencia.

Como es evidente, tampoco podemos obviar el coste de generación, por supuesto, internalizando todos los criterios (entre ellos ambientales) y considerando el coste real de cada fuente de generación porque, no nos olvidemos, necesitamos un modelo energético fiable, que garantice la cobertura de la demanda, que minimice los impactos ambientales y que además sea asequible (tal como indica el propio Objetivo de Desarrollo Sostenible 7). Esta será la única manera para evitar que la transición energética hacia este modelo descarbonizado tenga impactos sociales como la pobreza energética (una subida de los precios de la energía  incrementaría la población incapaz de contar con los servicios energéticos que necesita para desarrollar una vida digna y en igualdad de oportunidades). Afortunadamente alternativas como la energía solar fotovoltaica están reduciendo cada vez más estos costes, lo que garantizará su expansión y viabilidad en un modelo futuro. También podemos depositar nuestra confianza en la labor de investigación y desarrollo que se realiza de manera incesante para abaratar las fuentes de generación limpia y hacer viables nuevas alternativas. Desgraciadamente, como muestra el gráfico de la Agencia Internacional de la Energía, aún estamos lejos y nuestra dependencia de fuentes de generación de origen fósil es todavía muy elevada. Pero sigamos por este camino y no olvidemos considerar todos los factores. Es un reto complejo, pero posible.

 

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